Una esquina con historia
La esquina de 14 de Julio y O´Higgins parece una de esas de pulpería o almacén de ramos generales olvidada por el tiempo. Al abrir la puerta, nos damos cuenta de que estamos en el paraíso de los amantes del queso, protagonistas del lugar junto a los variados fiambres, bebidas y condimentos, dulces, especias y diferentes delicateses.
Teresa Inza, logró por amor a las cosas viejas, este lugar tan especial. No tirar algo significa cuidarlo, conservar historias, el vivir en dos tiempos: “Época de quesos” en Tandil, es eso, conservar la historia en los pequeños detalles.
Todo comenzó en 1850 con la llegada de Ramón Santamarina, un joven español que realizaba viajes desde Buenos Aires al interior del país con productos manufacturados. En este caso al fuerte Independencia, ubicado actualmente en el centro de la Ciudad. Por el acecho de indios y las crecidas del Río Salado, fue necesaria la creación de postas, para descanso de esos largos viajes. En 1860, se levanta esta posta, que luego fue adquirida por la familia Diez en 1920 para almacén de ramos generales. Cierra sus puertas en 1970 y hasta 1990 viven ahí dos ancianas. El rancho es declarado Monumento histórico por ser la única casa sin ochava. Lo adquiere Teresa Inza en 1990 y la recicla para lograr un sueño personal.
Muchos turistas llegan a su mostrador para adquirir y probar sus productos, y al costado de la vivienda, en el patio techado con glicinas, degustan la mercadería. Objetos como tablas de lavar de madera, tachos lecheros, estufas, velas colgadas del techo, un auto antiguo, fuentones y un aljibe acompañan a las gallinas y gallos que deambulan entre los visitantes libremente.
En el interior, una matera de época, manteles de hule, balanzas, viejas latas de galletitas, botellas de bebidas que ya no existen, pavas, frascos, vasijas, carteles de época y fotos familiares ambientan las habitaciones utilizadas como comedores, de techos bajos y puertas de no más de 1,60 de alto.
“Cerramos cuando nos vamos” es el lema, así que las picadas están dispuestas en cualquier horario, igual que las visitas donde los empleados amablemente asesoran sobre sus fiambres y sus quesos y conservan el secreto de las recetas de doña Teresa.
Silvia M. Vázquez
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