La inesperada situación que en este 2020 ha afectado al mundo entero en aspectos personales y sectores económicos de toda índole ha logrado transformar la vida, comportamientos y forma de actuar de las personas y empresas.
No ha escapado de este fuerte remezón la actividad turística que, por análisis, entre otras, de la OMT a nivel mundial y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, ha sido fuertemente afectada por ser una actividad que toca transversalmente a muchos segmentos específicos que la componen como son hoteles, aerolíneas, agencias de viajes, organizadores de eventos, restaurantes, bares, transportadores, guías de turismo, artesanos, comerciantes y en fin una larga cadena de valor en la que cada eslabón es parte vital para su desarrollo y que tiene tintes aún más dramáticos si estamos pensando en una ciudad que, como nuestra amada Cartagena, depende en un alto porcentaje de ello.
Si la situación ha estremecido profundamente los cimientos de grandes y tradicionales empresas o podríamos decir “emporios” a nivel mundial, nacional y local, qué podremos pensar de las personas que a título independiente se desenvuelven en el medio. Es tiempo de revisar la forma en la que se han venido haciendo las cosas y ahora cuando todo este sector está prácticamente paralizado, nos replanteáramos hacer un cambio desde las bases de lo que es esta actividad en nuestra ciudad.
Es una verdad inocultable que el turismo va a cambiar, las formas de viajar no serán las mismas, las multitudes tardarán mucho en ser nuevamente una realidad ante nuestros ojos y todas las actividades deberán incluir nuevos protocolos para un funcionamiento que genere confianza y seguridad a los viajeros.
Aprovechando entonces estos nuevos vientos, cuán positivo sería para nuestra ciudad ofrecer un esquema nuevo, que invite a la participación de más población local, que sea realmente sostenible para todos los involucrados en esta valiosa cadena de servicios que traiga beneficios sin destrucción y que sencillamente, ajustándose al enfoque de sostenibilidad, beneficie tanto lo cultural, como lo económico y lo ambiental.
Si vamos a partir de cero, pues hagámoslo bien, y mientras las entidades oficiales trazan sus estrategias a nivel macro, pensemos nosotros además en la ciudad y su gente, el pueblo, que todos sabemos que, hasta ahora, ha sido el menos beneficiado en toda esta “feria”. Es necesaria la colaboración y el compromiso entre los actuales dirigentes distritales y departamentales del sector, de los empresarios del medio y sobretodo de la academia y los entes sociales con la población, para que pueda conocer su historia, la ame y sienta de verdad y a la vez desarrolle un real sentido de pertenencia y compromiso.
Qué bueno sería compartir con esa parte faltante y algo excluida de nuestra sociedad, que existen muchas formas de trabajar en esa hermosa actividad que es el turismo, que no solo es con actitudes “non sanctas” y menos ofreciendo “servicios” en esos emblemáticos lugares de atractivo a los visitantes, ni siendo parte del escalón más bajo de una gran pirámide.
Se presenta en estos momentos una gran oportunidad para darle un giro al desarrollo del turismo que, con un nuevo enfoque, lleve a que en un futuro, ojalá cercano, encontremos a nuestra población haciendo parte de la dirigencia empresarial, con presencia y liderazgo y no solo como observadores o haciendo parte del paisaje de nuestro propio patrimonio.
Estas son horas de enseñar y aprender, analizar y concluir, revisar y replantear y sobretodo de levantarse y triunfar.
Rosario Ortiz
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