En esta cuarta entrega relacionada con turismo esotérico hablaremos sobre Angkor, la antigua capital del Imperio Jemer, una de las maravillas más extraordinarias del mundo antiguo. Situada en la actual Camboya, esta vasta ¿ciudad? en ruinas, cuyo epicentro es el famoso templo de Angkor Wat, representa el esplendor de una civilización que floreció entre los siglos IX y XV. Sin embargo, más allá de su riqueza arquitectónica y simbólica, Angkor ha despertado el interés no solo de arqueólogos e historiadores, sino también de quienes buscan una conexión más profunda: la relación esotérica y astral que este lugar pudiera tener con el cosmos.
Angkor Wat: Un Templo Terrenal y Celestial
Angkor Wat es el mayor monumento religioso jamás construido y es el centro espiritual y arquitectónico de Angkor. Originalmente dedicado al dios hindú Vishnu, y más tarde transformado en un templo budista, este colosal edificio refleja la obsesión de la cultura Jemer por el orden cósmico y su conexión con lo divino. Con sus proporciones simétricas, alineaciones astronómicas y detallados relieves, Angkor Wat no es solo un templo; ¡sería un microcosmos del universo, diseñado para reflejar el cosmos en la Tierra!.
Uno de los aspectos más intrigantes de Angkor Wat es su alineación astronómica. Investigaciones han demostrado que la estructura está perfectamente alineada con el solsticio de verano y el equinoccio. En estos días específicos, el sol se eleva directamente sobre la torre central del templo, creando un efecto visual que parece manifestar una conexión directa entre el sol y el corazón del complejo sagrado. Este tipo de precisión astronómica ha generado teorías sobre el conocimiento avanzado que los constructores jemeres poseían sobre los ciclos celestiales.
La Conexión Esotérica:
El diseño de Angkor Wat está cargado de simbolismo esotérico. Los cinco picos de su torre central están dispuestos para representar el Monte Meru, la montaña sagrada en la cosmología hindú que se cree que es el centro del universo y hogar de los dioses. A través de este simbolismo, Angkor Wat se erige como un portal entre el mundo terrenal y el reino divino, un lugar donde los devotos pueden conectarse con lo trascendental.
Los muros del templo están cubiertos con relieves que narran las epopeyas hindúes, como el Ramayana y el Mahabharata, así como escenas de la vida cotidiana y representaciones cósmicas. Estas tallas no son meramente decorativas; forman parte de un sistema más amplio de transmisión de conocimientos espirituales y místicos. Los estudiosos han señalado que los patrones geométricos y proporciones en la arquitectura de Angkor reflejan los principios del mandala, una forma esotérica de representar el universo y la conciencia en el hinduismo y el budismo. Cada sección del templo está diseñada para guiar espiritualmente al visitante, desde la entrada terrenal hasta el corazón cósmico, donde se accede al reino divino.
Alineación con las Estrellas: La Teoría Astral
En los últimos años, la conexión astral de Angkor ha ganado fuerza. En la década de 1990, el investigador y autor Graham Hancock propuso la idea de que el diseño de la ciudad de Angkor, en su conjunto, podría haber sido un reflejo de la constelación de Draco. Según esta teoría, los templos principales de Angkor estarían alineados con las estrellas de esta constelación, una asociación que podría tener implicaciones esotéricas. Draco, en muchas tradiciones antiguas, simboliza el poder cósmico y la sabiduría ancestral, lo que podría haber sido relevante en la cosmología jemer.
Además, otros estudios han sugerido que Angkor Wat no solo está alineado con el ciclo solar, sino también con el ciclo lunar, lo que implicaría un conocimiento astronómico mucho más avanzado de lo que se había asumido previamente para la civilización jemer. Este conocimiento astral podría haber sido utilizado para rituales religiosos y ceremonias espirituales, en las cuales los ciclos celestiales eran interpretados como manifestaciones divinas.
Esoterismo y Energías Sagradas
Otro aspecto fascinante de Angkor es la creencia en las energías sagradas o fuerzas invisibles que algunos practicantes esotéricos atribuyen al lugar. Se dice que Angkor Wat y otros templos cercanos fueron construidos sobre líneas ley, canales de energía que conectan puntos poderosos en la Tierra. Estas líneas, según algunas corrientes esotéricas, actúan como flujos de energía terrestre que pueden ser aprovechados para aumentar la espiritualidad y el bienestar.
Los templos no solo eran lugares de adoración, sino también centros de poder esotérico. Se cree que los reyes jemeres y los sacerdotes realizaban rituales para aprovechar la energía cósmica y terrestre en estos lugares, permitiendo una unión entre los cielos y la Tierra. Angkor, en este sentido, no solo era un centro de poder político, sino también espiritual, donde los sacerdotes buscaban canalizar las energías del universo.
Un Lugar Entre Mundos
Angkor sigue siendo un lugar de misterios, no solo para arqueólogos e historiadores, sino para quienes buscan una comprensión más profunda de su conexión esotérica y astral. Ya sea que Angkor Wat haya sido diseñado como un reflejo de las estrellas o que haya sido un lugar sagrado donde las energías cósmicas y terrenales convergían, está claro que este sitio extraordinario tenía una profunda importancia espiritual para la civilización jemer.
¿Coinicidencias entre Egipto y Angkor?
Angkor también oculta un enigma sorprendente: un vínculo inesperado y enigmático con la antigua civilización egipcia. Las similitudes arquitectónicas, rituales y hasta numéricas entre Angkor y Giza, en Egipto, han generado teorías fascinantes que sugieren una conexión cultural o incluso astral entre ambas culturas, separadas por miles de kilómetros y siglos de historia.
Uno de los detalles más intrigantes de Angkor , es el número 72. En una curiosa alineación geográfica: se encuentra exactamente a 72 grados al este de Giza, la legendaria localidad egipcia conocida por sus pirámides y su simbología astronómica. Este número, 72, tiene un significado profundo en el contexto de la precesión de los equinoccios, un ciclo astronómico conocido y utilizado por varias civilizaciones antiguas. El número 72 representa el tiempo que tarda un grado de precesión en completarse, y su presencia en ambas culturas no parece una coincidencia.
Además, Angkor cuenta con un total de.. ¡72! templos principales, un número que ha sido interpretado como una posible referencia a la constelación del Dragón (Draco), a la que parecen alinearse estos templos si se observa la disposición de la ciudad en un mapa. En ambas civilizaciones, la disposición de las estructuras sagradas sugiere una obsesión por reflejar el cielo en la Tierra, convirtiendo sus construcciones en una réplica del cosmos y una extensión de la creencia de que la arquitectura era una forma de diálogo con el universo.
Pero las ¿coincidencias? no terminan aquí. A nivel ritual, existen sorprendentes paralelismos entre los jemeres y los egipcios. Tanto en Angkor como en Giza, las estatuas de los líderes se trataban como figuras sagradas, a las que se les practicaban ceremonias para dotarlas de vida, convirtiéndolas en representaciones vivientes de sus respectivos dioses o reyes. En ambas culturas, esta práctica tenía como objetivo garantizar que la esencia del líder trascendiera al plano divino y continuara guiando y protegiendo a su pueblo más allá de la muerte.
Además, tanto en Camboya como en Egipto, se creía que un dios pesaba las almas de los muertos como parte del juicio final, en presencia de otras deidades que cumplían funciones similares. En Egipto, esta deidad era Anubis, el dios de la muerte y la momificación, quien, según las creencias, pesaba el corazón de los fallecidos contra una pluma de la diosa Maat para determinar su destino en el más allá. En Angkor, el juicio del alma, aunque con deidades distintas, seguía un principio semejante, en el cual los actos de la vida terrenal definían la suerte del difunto en el otro mundo.
Otra curiosidad que añade misterio a la conexión entre Angkor y Giza es el posible significado de su nombre en la lengua de los faraones. En el antiguo idioma egipcio, la palabra “ankh” significa “vida”, y “hor” hace referencia a Horus, uno de los dioses más importantes del panteón egipcio. Así, “ankh hor” podría interpretarse como “Horus vive” o “La vida de Horus”. Esta coincidencia es notable, dado que Angkor Wat, el templo más famoso de la región, se dedicaba a Vishnu en sus orígenes, un dios de vida y preservación en la mitología hindú, que fue adoptado en la cosmología camboyana de forma similar a como Horus era visto en Egipto.
Otra similitud significativa entre ambas civilizaciones es el tiempo récord en que se construyeron sus complejos monumentales. Tanto Giza como Angkor fueron erigidos (en teoría) en menos de cuatro siglos, un período breve en términos históricos para lograr semejante obra arquitectónica. La construcción de ambos conjuntos requirió de vastos recursos, tecnología avanzada para su época, y una enorme cantidad de trabajo humano, lo que sugiere la importancia simbólica de estas edificaciones y el profundo compromiso de ambas civilizaciones por dejar un legado eterno.
Del mismo modo el cielo desempeñaba un papel central en las creencias religiosas de ambas culturas. En Angkor, la alineación de los templos refleja el ciclo solar y lunar, un detalle que coincide con la importancia que los egipcios otorgaban a la posición de las estrellas y al sol, reflejada en la alineación de las pirámides con la constelación de Orión. En ambas civilizaciones, las estructuras más sagradas se construyeron con una precisión que muestra su profundo conocimiento astronómico, entendiendo que la observación del cosmos era una herramienta de conexión con lo divino.
En particular, la constelación de Draco, asociada al dragón en el este, guarda un papel importante en Angkor, y también en Giza, donde se cree que la Gran Pirámide está alineada con la estrella Alfa Draconis. Este paralelismo astral apunta a una posible transmisión de conocimientos sobre astronomía sagrada entre civilizaciones, o bien a una concepción común de que ciertos patrones celestiales eran esenciales para sus cosmovisiones.
Coincidencias, casualidades o causalidades lo que queda hoy de Angkor es un recordatorio de una civilización que entendía el mundo no solo en términos terrenales, sino también como una expresión de un cosmos más grande y divino. En ese sentido, Angkor Wat sigue siendo una puerta entre mundos, un lugar donde la Tierra y el cielo se encuentran en un diálogo eterno de piedra, luz y energía.
Lic. Hernán Mazza Martins
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